28 de agosto de 2014, Teatro Melico Salazar, San José Costa Rica.
Esperaba con ansias que fueran las 8 de la noche para conocer lo que el Presidente Luis Guillermo Solís tenía que decir al país; el caudal electoral y político que se conjugó en torno a su llegada a la Presidencia revistió este evento de una importante expectativa cuyo resultado podía marcar el rumbo de su gestión y eventualmente el camino hacia la historia política costarricense.
Primeramente, como acto político y mediático, el evento mereció un 10, o un 100 según la escala que se quiera utilizar; en su contenido, no estoy muy seguro si como docente, le daría una calificación para ampliación o lo enviaría a repetir el curso. Y es que dentro de las expectativas que se habían generado de previo, se esperaba que el Presidente no sólo dijera cómo estaba la Administración Pública, sino qué iba a hacer a partir de su declaración. La metáfora de “finca encharralada” con la que don Luis Guillermo había comparado la cosa pública en algunos medios, hacía presagiar el tono en su discurso. En realidad no defraudó en ese aspecto.
La denuncia de gollerías, abusos y malas prácticas que según el Presidente se estaba dando dentro de algunas instituciones del Estado, con nombres y apellidos, fue el punto más álgido para transmitir en forma clara que el Mandatario de Costa Rica estaba enojado. Perfecto. Junto con él y como ciudadano yo también estaba molesto. Tuve la sensación que la idea del cambio tendría como punto de partida un ordenamiento de la Administración Pública o al menos una supervisión significativa de los recursos del Estado. Y aunque este país necesita de muchas acciones en todas las áreas para mejorar y seguir desarrollándose como sociedad, es innegable que la cosa pública se ha convertido en una piedra en el zapato de este ideal, aunque no la única.
Siendo sincero, el Presidente no estaba descubriendo el agua tibia, pero tuvo el coraje para decir públicamente lo que sabíamos: el Estado se había convertido en una piñata para el disfrute de ciertos sectores dentro de la administración e intereses privados. Sus palabras Lo digo sin rodeos: en las últimas décadas, hemos sido gobernados con irresponsabilidad. Muchas veces, y de muy distintas maneras, quienes recibieron del pueblo el mandato de gobernar violaron la Constitución y la Ley daban el “do de pecho” de un viraje en la toma de decisiones que parecía se avecinaba de la mano del Presidente.
Es indudable que don Luis Guillermo se esforzó durante la presentación del diagnóstico en señalar hacia dónde enrumbaría su gestión para empezar a limpiar esa finca encharralada. Cabe resaltar también el compromiso que asumió para mantener principios de austeridad en el uso de los recursos.
Sin embargo, el lunes siguiente, el ministro de Hacienda estaba presentando a la Asamblea Legislativa un presupuesto que hasta el día de hoy sigue cobrando la factura, incluso en la antesala de la presentación del siguiente Presupuesto 2016. No sólo contenía un incremento porcentual que alarmó a diversos sectores, sino también que generó la impresión de que el Gobierno quería seguir protegiendo aquellos abusos que el Presidente había denunciado menos de una semana atrás. No hay que olvidar el manejo que le dio el Oficialismo para su aprobación en la Asamblea Legislativa, lo cual le costó el apoyo al diputado Henry Mora para su reelección como Presidente del Directorio; y tampoco se puede dejar de lado la “caja de Pandora” que abrió la discusión del presupuesto ordinario con todo el cuestionamiento y polarización que se ha dado en torno a la situación de los salarios y pluses del sector público.
Y si algunos quedamos inquietos con el abordaje que le dio el Gobierno a su propuesta de presupuesto ordinario, ya nos alarmaríamos en octubre cuando el Presidente anuncia en cadena nacional su intención de presentar una propuesta de reforma fiscal. ¿Pedir más impuestos sin recortar? Ahí la finca pasó de encharralada a embarrialada.
Desde entonces, la finca no ha sufrido mejoría. Parece más bien que la maleza ha ido creciendo más y más agobiando a la ciudadanía en una maleza de incertidumbre a lo largo de estos 365 días desde la presentación de ese Informe.
La Administración Pública se sigue desangrando con el despilfarro de millones y millones de colones de los contribuyentes en un Gobierno donde parece que el Presidente ya dejó de enojarse por lo encharralado de la finca, sino que más bien se ha vuelto parte de ella. Cuestionamientos por supuestos viajes innecesarios, nombramientos en instituciones sin cumplir con los requisitos de ley al igual que sobresueldos pagados a ciertos de sus miembros de gabinete sin merecerlos, son algunas de las inconsistencias; el Presidente se enojó por los abusos de otras administraciones, pero no lo hace por los que se ve involucrado su Gobierno.
Recordemos el llamado FIAsco donde millones de colones del erario se fueron por la borda, por falta de decisiones o por las malas decisiones, cuando de previo el Gobierno a través de quien fuera la ministra de Cultura había realizado una serie de denuncias sobre supuestos malos manejos en la administración anterior. Más bien fue la susodicha quien tuvo que dar explicaciones por el fallido evento cultural internacional.
Y la finca se le ha encharralado al Presidente al punto que ha tenido que buscar reuniones con tres Expresidentes que han salido del partido que ha criticado fuertemente durante su gestión. ¿Entonces?
Y esta semana, acercándonos al año de la presentación de su Informe, la “cereza en el pastel” lo pone el anuncio del Ministerio Público donde manifiesta que ninguna de las denuncias que el Presidente hiciera en agosto pasado tiene asidero legal para ser consideradas penalmente. No me retracto, el Presidente tuvo el coraje para denunciar, pero parece que no tenía las pruebas…
A un año de la presentación del Informe de los 100 Días, la finca sigue encharralada. Pero ojalá encontremos pronto la maquinaria para limpiarla.
*Profesor universitario. Co-conductor “En la Esquina del Parque”, programa radial de análisis y opinión en Radio Libertad 570 AM.
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