La comunicación, la tecnología y la credulidad
CAROLINA BENAVIDES A
ABOGADA
Vivimos en un mundo avanzado, donde la era de las telecomunicaciones es parte del día a día, desde tempranas horas hasta previo a descansar, nosotros, la nueva sociedad acostumbrada a la tecnología, tenemos algo en común y es revisar nuestras redes sociales, correos electrónicos, llamadas y demás aplicaciones
Millones de personas utilizan el internet para ser parte de las redes sociales, buscar información, hacer trabajos, hablar con familiares y amigos o simplemente ver las noticias. Pero muy pocas están preparadas para enfrentar todos los riesgos atados a esto, como el robo de identidad, el cyberbullying, el blackmail, la información falsa o la formación de relaciones parasociales.
Una red invisible nos rodea y nos informa… vemos titulares los cuales no resumen el contenido de la noticia, la información engañosa enmarca a una persona o institución, desvirtuando también información genuina, la cual es manipulada o que en muchas ocasiones es totalmente falsa. Pocas veces nos detenemos y revisamos el origen de la fuente.
En una era donde la comunicación y la tecnología nos deberían ayudar a simplificar nuestro diario vivir, más bien se ha convertido en un método de manipulación de masas, donde la información personal se ha vuelto una mercancía muy valiosa. Redes sociales como Facebook y Twitter toman nuestras preferencias a través de las publicaciones o imágenes y las venden a otras compañías, las que estudian nuestra información personal para determinar a cuáles clientes se les puede patrocinar y cual producto el usuario sea más propensos a comprar.
Dicha información es utilizada para dirigir y controlar nuestras decisiones, sin darnos cuenta somos manipulados en cosas tan simples como nuestros gustos musicales o lo que comemos. La necesidad ancestral de comunicarnos nos ha llevado a vivir en una sociedad donde somos fácilmente manipulados.
La información manipulada se implementa con el objetivo de influir en una conducta singular o de masas. En la antigüedad, la información la manejaban unos pocos, con una propagación muy limitada a la etnia o grupo tribal. Gracias a la aparición de los medios de comunicación de masas, su efecto ha sido de mayor impacto. Ahora la información se propaga muy fácil y rápidamente.
Aunque muchos ven esto como algo positivo, no toman en consideración la probabilidad de la falsedad de esa información, los usuarios generalmente no verifican la veracidad del mensaje trasmitido antes de compartir dicho mensaje a millones de personas.
Cuántos de nosotros hemos publicado una fotografía de nuestros hijos porque nos sentimos orgullosos de su título obtenido, sin considerar el riesgo en el cual estamos poniendo su integridad. Cualquiera podría tomar esa foto y alterarla y robar su identidad.
Tenemos que estar muy atentos al contenido que ven nuestros hijos, ellos son la mayoría en estas redes sociales y tienden a decir su opinión sin antes pensar en las consecuencias, hay que ser vigilantes y fieles testigos de las decisiones tomadas por ellos en una simple red social, la cual, a diferencia de generaciones anteriores, marcara su futuro en la sociedad.
A veces no son nuestras propias publicaciones las cuales nos afectan más, sino las de los demás. Vemos el perfil de una persona, y algunas de sus opiniones, y si leemos un blog el cual nos gusta inmediatamente oprimimos un botón para seguir o ser amigos de él o ella, y si acepta la solicitud tomamos esto como una verdadera amistad, esto ocurre más en plataformas como YouTube en donde nos suscribimos a un creador de contenido y creemos ser amigo de esa persona, pero lo único desarrollado entre el youtuber y uno mismo es una relación parasocial en donde él nos deja ver sólo el lado bueno o ni siquiera nos deja ver su cara o personalidad.
En la actualidad se han acortado distancias, nos hemos limitado a tener un monitor como barrera para estar cerca de otras personas y a un simple click de distancia. Las familias han sido separadas por las redes sociales, muchas personas sufrieron o sufren de estafas o engaños a través de estas. No existe un manual de cómo comportarse o protegerse en el internet, entonces muchas personas improvisan o actúan de manera espontánea, sin pensar en cómo puede afectarnos en el futuro, o cómo pueden usar nuestras propias palabras en nuestra contra.
Tenemos mucho camino que recorrer en cuanto al uso y abuso de las redes sociales. Como humanos debemos rescatar lo bueno que obtenemos de ella y como sociedad debemos buscar las regulaciones y parámetros que nos permitan convivir y a sobrevivir a la era de la globalización de las comunicaciones.