ENTREVISTA
Iglesia sin paredes
Desde el pasado 27 de abril, Melvin Jiménez se convirtió en el primer obispo de la Iglesia Luterana Costarricense, institución que proclama su compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad y otorga a las mujeres plena igualdad en el ejercicio religioso.
MARÍA MONTERO | mmontero@nacion.com
El primer obispo de la Iglesia Luterana Costarricense, Melvin Jiménez, es un pastor que vive en carne propia los dilemas de su comunidad. Además de lidiar con un matrimonio y la paternidad de dos hijos varones, ha trabajado (y trabaja) con campesinos, indígenas, portadores de VIH y migrantes, entre otros. Ahora, en su nuevo cargo, sabe que sus palabras son la voz de su iglesia.
–Es la comunidad luterana la que decide tener un obispo, pero ¿quién le da tal investidura?
–Es la iglesia nacional la que decide, a profundidad, pasar a contar con un obispo, que es pastor de pastores, palabra orientadora de las comunidades y palabra pública de la iglesia. ”Para que esto sea reconocido en la comunión mundial tiene que haber un procedimiento: contar con la presencia de tres obispos luteranos en ejercicio y otro obispo de otra tradición, que por lo general es anglicano”.
–Antes usted era presbítero y ahora es un obispo. ¿En qué cambian sus responsabilidades religiosas?
–Hay una diferencia en tres aspectos: hay una palabra religiosa autorizada dentro del mundo luterano, tengo una palabra fuerte al interior de la iglesia (aunque hay una asamblea democrática), y participamos de la relación obispal mundial.
–¿Es un cargo vitalicio?
Nosotros seguimos el modelo doble: la consagración es de por vida, pero el ejercicio tiene que ser revisado por la asamblea cada seis años. El principio fundamental es el principio democrático. Es la comunidad de fe la que tiene la fuerza. Mi tarea con la comunidad es acompañarla, educarla, motivarla y proponerle, para llegar a acuerdos.
––¿Cuál es la misión de la Iglesia Luterana de Costa Rica?
–Para nosotros son fundamentales dos cosas: predicar la palabra y hacer diaconía. Esto es, evangelizar liberadoramente y construir acción social. Nuestra iglesia no aparece en las comunidades para hacer luteranos, aparece porque nos propusimos trabajar sobre los derechos de los pueblos indígenas, nos propusimos ayudar a los migrantes en tal región, nos propusimos ayudar a los campesinos sin tierra de la región de Sarapiquí y, eventualmente, empezamos a ofrecer misa para los que quieran. Para los luteranos es fundamental no solo hablar del amor, sino materializarlo. Es la visión integral de la iglesia: reflexionar la Bibliapara construir signos de amor.
––Los luteranos tienen un discurso que activa espacios sociales: justicia social; equidad de géneros; inclusión.
–No es un discurso pasivo. Es un discurso profundamente teológico, el problema es cómo has leído la Biblia . Algunos quieren ver a Jesús en el templo y nosotros los luteranos lo queremos ver como fue: con la viuda, con el niño, con el migrante, con el extranjero, levantando la autoestima y reivindicando los derechos de la gente de su época. Es un Jesús que habla permanentemente del amor y de que hay que cambiar las condiciones de vida de la gente de su tiempo. Si decimos que Jesús es vigente ayer, hoy y mañana hay que ser coherente e identificar –en los signos de los tiempos que nos toca vivir– cuáles son esas viudas, cuáles son esos niños y cuáles son esos extranjeros a los que hay que apoyar. Nosotros decimos que la misión del cristiano es sembrar signos de amor y de justicia, no en la teoría sino en la práctica.
–¿Cuál es el objetivo ecuménico de los luteranos?
–Martin Lutero no quería separarse de la iglesia, lo que quería era una reforma dentro de la iglesia católica del momento. Los luteranos nos entendemos como un movimiento dentro de la gran iglesia universal. El objetivo para nosotros, hoy que estamos fuera, es provocar algún día la unidad de la iglesia: una unidad en la diversidad; el reconocimiento de que todos tenemos algo de esas verdades. Verdades que no son abstractas, verdades que vuelven a encontrarnos en aquellos espacios que nos permitan vivir ecuménicamente el servicio por la justicia y el amor. Estamos en diálogo con la iglesia católica y con las iglesias evangélicas históricas para que compartamos esa tarea de construcción de signos de amor. Para los luteranos, en el caso mundial, hay diálogo con el mundo musulmán, con el mundo judío.
–Parece que vivimos en una época politeísta y que incluso las ramas del cristianismo no se refieren al mismo dios.
–Hay matices y visiones contrapuestas radicalmente. Los luteranos creemos que el reino de Dios empieza aquí y que aquí construimos signos del reino. Nos parece que separar el hoy con el mañana es la que genera una indiferencia en las iglesias. De ahí también surge la separación de las iglesias que apuestan a una teología en el más allá, y aquí no importa, a otras iglesias que decimos no, el aquí y el hoy importan, como viva el ser humano aquí, hoy, dignamente, es fundamental. Aunque como cristianos creemos que habrá una plenitud mayor.
–Pero, ¿es el mismo dios?
Es el mismo. Yo diría que es una cuestión de interpretación. Como luteranos, creemos que nosotros no tenemos el monopolio de la verdad de Dios. Si Dios es tan grande como lo ves, los luteranos no son los dueños de ese Dios. Creemos que Dios se puede manifestar en otras religiones y ese es precisamente el profundo diálogo ecuménico.
–¿Cuáles son los temas que le corresponden a la religión?
–Si nosotros trabajamos con los seres humanos, todos. La libertad del cristiano es hacer lo que opta, pero la iglesia está obligada a dar una palabra, como lo estamos haciendo nosotros, una palabra sobre la justicia económica, sobre los derechos de minorías, sobre la práctica de la espiritualidad. Por eso no estamos de acuerdo con aquellos que han reducido a Dios a la sacristía. Para un luterano cualquier tema que afecta la integridad de las personas, es tema de la iglesia.
–La solidaridad de ciertos sectores de las iglesias protestantes hacia los movimientos sociales suele ser muy criticado.
El cristiano no vive aisladamente. Si somos iglesia que acompaña a sus fieles, debemos acompañarlos en todas suscircunstancias, si creemos que esa causa es justa. Como iglesia no vamos a sustituir a las organizaciones de la sociedad civil pero sí creemos que somos un espacio de acompañamiento. Nuestra historia de defensa de derechos humanos en el mundo es muy amplia.
–Se censura la participación de la iglesia en la vida social mas se estimula su participación en la economía. ¿No es paradójico?
–No hay que confundir la misión de la iglesia con aquellos que median esa misión. La misión de la iglesia es la causa de la justicia y los excluidos, desgraciadamente hay desviaciones en quienes administran esa función. Creo que la iglesia, cualquier iglesia, debe tener mecanismos de revisión para ser transparente. La iglesia católica tiene un gran reto, cómo ser fiel al evangelio y cómo remontar esta situación.
–En todo el mundo se cometen atrocidades en nombre de Dios. ¿Cómo desligar a Dios de la idea del sometimiento?
–Levantando un dios liberador, un Dios que te da posibilidades de pensar por vos mismo, un Dios que no se construye en el miedo sino en la libertad, que se construye en la justicia y no en la injusticia, que se construye en la libertad y no en la dominación. Creo que ese es el tema del momento. ¿Cómo un Dios de amor me va a estar amenazando e intimidando? Frente a esa figura de Dios que se ha construido desde el poder, para someter a los fieles, nosotros decimos: descubramos a ese Dios de libertad, de amor, de justicia, que está ahí y que nos posibilita a tomar decisiones sobre este mundo o sobre mi vida personal.