lunes, 29 de agosto de 2011

Por opiniones retrógradas La iglesia nos debe una disculpa


LA IGLESIA DEBE UNA DISCULPA
Teresita Aguilar Mirambell
Un día especial para la fe católica. Miles de personas recorren el territorio nacional para encontrarse con “La Negrita”, nuestra Virgen, la que protege a nuestras familias, la que hace milagros, la que nos acompaña en nuestras enfermedades y nos da fuerzas para seguir viviendo cuando las cargas nos pesan tanto que no podemos con ellas.
En ese día, cientos de mujeres y de hombres deciden darle las gracias por las bendiciones recibidas o por el milagro que esperan, en un gran evento de convivencia comunitaria impresionante. Es una fiesta religiosa en la que la fe y el calor humano invaden los caminos, la Iglesia, las provincias, el territorio nacional, sin diferencias sociales, ni étnicas, ni culturales, ni políticas. Cada año ese peregrinaje es mayor y los que por diversas razones no participamos en él directamente, sí los acompañamos en su travesía con energía positiva.
Entonces, ¿por qué esos discursos frente a la Basílica de los Ángeles que no tienen nada que ver con el homenaje a la Virgen en un evento de honda trascendencia religiosa y por qué se aprovecha la Iglesia Católica para seguir atacando a las mujeres con vejaciones y juzgamientos?
Otra cosa sería que La Iglesia Católica se comprometiera en el mensaje de ese día, a hacer algo por la vida de las mujeres, cuando los asesinatos a manos de sus compañeros o extraños son noticia diaria en los periódicos; cuando las muertes por cáncer en las mujeres ocupa el segundo lugar en Costa Rica; o cómo solucionar la pobreza que tiene rostro de mujer, o de tanta mujer adulta mayor que vive en estado de abandono, o cómo solucionar el problema de los embarazos en niñas y adolescentes, solo por mencionar cuatro problemáticas.
Ese mensaje de Monseñor Ulloa, que se asemeja a los de la Iglesia del Siglo XVIII y el de un Cardenal Obispo extranjero, es un mensaje que muchas personas de este país no aceptamos.
El Cardenal Robles es asignando por el Papa Benedicto XVI para traer su mensaje escrito en latín con fecha del 12 de julio, sin embargo, el religioso da su propia versión en la misa del 2 de agosto en la Basílica, confundiendo a la ciudadanía.
Ese mensaje no concuerda con el que rescaté de los archivos del Vaticano -no sé si habrá otro- ni con lo expresado por Radio Vaticana:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/letters/2011/documents/hf_ben-xvi_let_20110712_card-ortega_lt.html http://lanegritadelosangeles.blogspot.com/2011/07/benedicto-xvi-alienta-devocion-nuestra.html
En ambas publicaciones el Papa envía un cálido saludo al pueblo de Costa Rica y alienta a la devoción de Nuestra Señora de Los Ángeles, Patrona de Costa Rica. No hace referencia a ninguno de los temas citados por el Cardenal Robles sobre la mujer.
En el mensaje de Monseñor Ulloa él hace un llamado “al recato y al pudor” como si ese fuera el gran problema de la sociedad costarricense.
El Cardenal Robles dijo en un confuso párrafo –entre otras barbaridades- que el verdadero valor de una mujer “es su función materna y familiar”, o sea, que las mujeres nos dediquemos a la maternidad y a la familia únicamente… “La verdadera promoción de la mujer exigirá que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar”, Nación 05/08/2011
Con esa posición, el Cardenal considera que las mujeres, que por diversas razones no son madres, no alcanzan ese status. Creo en la grandeza de la maternidad, pero no como condición exclusiva para ser una mujer llena de virtud. ¡Yo protesto enérgicamente!
Además expresa, según mi interpretación, que debemos estar presas en el “insustituible trabajo de la casa y en la educación de los hijos” y ¿quién traerá el sustento a las mujeres jefas de hogar que constituyen cerca del 35% de los hogares costarricenses?, ¿adónde queda toda la educación integral que por décadas hemos trabajado, sobre las obligaciones de los hombres de compartir las labores hogareñas y la educación de los hijos?
“Que no imitemos a los hombres“. ¿Quién le ha dicho a ese Cardenal que alguna mujer quiere imitar a un hombre? ¡Por favor! A los hombres no los imitamos, los amamos cuando son buenos padres, buenos esposos, buenos compañeros, buenos hijos, buenos amigos, buenos maestros, buenos médicos, buenos sacerdotes. Los admiramos por sus capacidades académicas, su cultura, sus condiciones humanas y sobre todo, por el amor y el respeto hacia las mujeres. No conozco a ninguna mujer que quiera imitar a un hombre y en todo caso si alguna lo hiciera ¿cuál es el problema si ese hombre es una buena persona?
Insultan los Monseñores a todas las mujeres de todos los siglos de este país, de todas las profesiones y oficios: madres, trabajadoras de la tierra y el mar, maestras, artistas, médicas, odontólogas, ingenieras, abogadas, enfermeras, políticas, escritoras, deportistas, científicas, académicas, religiosas, etc., porque todas juntas, con nuestras luchas por nuestra reivindicación y la inserción en el mundo laboral, hemos dado un significativo e innegable aporte al desarrollo económico y social de nuestra patria.
Me siento maltratada por la Iglesia Católica a la que pertenezco: soy madre de cinco hijos, abuela de trece nietos y a punto de ser bisabuela. Soy odontóloga, profesora de Ciencias y Biología, escritora, política, exdiputada, editora y tantas cosas más en mi larga vida y me confieso gran pecadora por desafiar desde mediados del siglo pasado, las barreras impuestas por la cultura machista -esa misma que todavía predican los Monseñores- para contribuir a abrir el camino para todas las mujeres y realizarnos plenamente como seres humanos, eso sí, sin “imitaciones”, con el mismo derecho con el que lo hacen los hombres.
Lo menos que puede hacer la Iglesia Católica es dar una explicación y pedirnos disculpas.

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