domingo, 8 de junio de 2008

Obama quiere vencer a McCain y al racismo




Barack Obama busca ser el primer presidente negro de Estados Unidos, pero su sueño puede convertirse en pesadilla por un viejo y familiar obstáculo: el racismo, algo que ya se evidenció en la polarizada votación de las primarias demócratas.

Pero Obama, de 46 años, hijo de un keniano negro y una estadounidense blanca, busca posicionarse frente al republicano John McCain con su carisma, su sonrisa fácil y una potente oratoria cargada de discurso social.

Muchos demócratas que votaron por Hillary Clinton prefieren que gane el republicano McCain.

La larga carrera por la nominación del partido Demócrata finalizó el pasado martes con el triunfo de Barack Obama, quien busca ser el primer presidente negro de EE.UU.

Pero el sueño de Obama puede convertirse en pesadilla por un viejo y familiar obstáculo: la raza, algo que ya se evidenció en la polarizada votación de las primarias demócratas.

Estos temores están profundamente enraizados en la historia de un país en el que millones de africanos fueron esclavizados y sus descendientes forman el 13% de la población, la mayoría en puestos relativamente bajos en muchos índices sociales y económicos.

Cuando la senadora Hillary Clinton derrotó a Obama en la primaria de Kentucky, el 20 de mayo, el 20% de los votantes dijo que la raza fue un factor para su elección, y el 40% advirtió que cambiaría de partido y votaría por el candidato republicano John McCain en noviembre si Obama se convertía en el nominado demócrata.

Igual situación se dio en Virginia Occidental, Ohio y Pensilvania, con grandes poblaciones blancas de clase trabajadora.

“Podrían ser palabras vacías, pero si porcentajes significativos votan por McCain, sería devastador para las posibilidades de Obama”, dijo Earl Ofari Hutchinson, autor de libros sobre raza y política.

Antes de Martin Luther King y su lucha por los derechos civiles, los estados del sur no acogían de buen agrado a los residentes y visitantes negros. En Washington DC, estos debían cambiar de un autobús en el que viajaban mezclados con los blancos a otro en el que se transportaban segregados.

Para los diplomáticos africanos era difícil conseguir una buena casa para alquilar y los legisladores negros –solo dos en 1945, no podían usar ni las peluquerías ni las piscinas del Congreso. También se prohibía a los periodistas negros ingresar en la galería de prensa y el Congreso era considerado “el único lugar en EE.UU. en donde el sur no había perdido la guerra civil”.

Aún con las reformas a los derechos civiles de los 60, que contrarrestaron la discriminación racial, los estados sureños se tornaron en bastión de los republicanos y por eso la ironía histórica es que Barack Obama tendrá que conseguir el apoyo de los blancos en el sur si quiere ganar la presidencia.

El lingüista y activista político estadounidense Noam Chomsky vaticina que McCain ganará las presidenciales, porque el racismo está arraigado de una manera muy profunda en la sociedad norteamericana, sobre todo en el sur del país.

Un ejemplo de pueblo típico sureño es Martinsville, donde se celebró en los años 60 la última manifestación pública del movimiento racista Ku Klux Klan y en cuya población, compuesta por once negros y 11.536 blancos, hay poquísimos votos por Obama.

“Cuando la gente insiste en que la raza no es un factor, simplemente no les creo. Claro que lo es, positivo o negativo”, explicó Edward Frantz, profesor de Historia de la Universidad de Indianápolis.

“Es como cuando en una comunidad completamente blanca dicen que no son racistas, hasta que llega un vecino de otro color con el que tienen que luchar por sus trabajos”, dice.

La profesora en Ciencias Políticas de la Universidad Butler, Terri J. Jett, hace notar que las estadísticas hablan claramente sobre la división racial en los Estados Unidos: en el pasillo de la muerte los afroamericanos son la mayoría, los niños que mueren son en su mayoría negros, los jóvenes afroamericanos dejan la escuela más pronto que los blancos y la expectativa de vida es menor para esa comunidad.

Por eso, si bien nadie quiera admitirlo, ningún analista, ni ningún político niega que aunque Obama logre la candidatura del Partido Demócrata, su color de piel seguirá siendo un factor que incidirá en las elecciones presidenciales.

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