martes, 8 de diciembre de 2009

El mayor despojo de todos los tiempos



La denuncia de Jorge Guardia, sobre el escandaloso tráfico de influencias, para hacer fluir enormes cantidades de dinero hacia los nacientes bancos privados, no me tomó totalmente por sorpresa. Sin embargo, no me había percatado de la trama que tenían, para conectar una bomba de succión a la economía nacional y así lograr que unos pocos “banqueros-economistas-políticos” amasaran grandes fortunas y terminaran apareciendo  ahora como grandes líderes políticos.

La denuncia describe la forma en que lograron condiciones de privilegio desde el arranque: encajes, operar la banca offshore para evitar así controles, promover una gran evasión de impuestos y montar el negocio más fabuloso que haya conocido la historia nacional. Además, esta piñata incluyó un sistema tributario especial, de solamente un 8% como pago único, con lo cual se eximían del impuesto sobre la renta. Y nos decían que era para promover el ahorro nacional. El fisco tuvo que pagar los  millones que perdía el Banco Central por el riesgo cambiario y el sistema de las minidevaluaciones. Así, aumentaba la deuda interna, que los nacientes bancos financiaban gustosos a tasas de interés usurarias, provocando un crecimiento abrupto de esta deuda. Asimismo, al vender los nuevos bancos por centenares de millones de dólares, tampoco pagaron impuestos. ¿Dónde se ha visto semejante cosa?

Lograron manipularlo todo, pues tenían control absoluto del aparato institucional. Inclusive, pudieron ensamblar el PLUSC, con poder sobre los diputados y la dirigencia de los dos partidos principales. Con el nombramiento de Eduardo Lizano (CEFSA-SAMA-Liberación) como Presidente del Banco Central, desde el arranque de la Administración Rodríguez, se hizo el matrimonio que les limpió la cancha y pudieron hacer lo que quisieran sin preocupación por cuestiones partidarias.

De igual manera, mientras en países de la región, como Panamá o aun Estados Unidos, las tasas de interés para tarjetas de crédito rondaban alrededor del 5% anual, en Costa Rica se cobraba hasta un 48%. Un atraco como este hizo pensar a un amigo que todas las tarjetas se llamaran “Atracard”.  ¿Y qué decir de la política cambiaria? Aún Nicaragua, con una economía mucho más endeble, mantiene un tipo de cambio estable, mientras que en Costa Rica se implantó un sistema de minidevaluaciones, provocando consecuencias terribles para los asalariados y los pequeños productores del mercado nacional.  Se dijo que así se estimulaban las exportaciones, pero en el fondo, el propósito era favorecer estos mismos intereses financieros. Todo esto es más escandaloso, especialmente porque aquí están implicados Ministros de Hacienda, Presidentes del Banco Central y hasta Presidentes de la República. Algunos de ellos aparecen como socios de grandes corporaciones financieras.

Lo que el país conoció como el escándalo del Banco Anglo, producto de inversiones irresponsables, es apenas la octava parte de las pérdidas provocadas al país por el cierre de este banco. Sobre estas otras pérdidas no hubo escándalo ni se han hecho investigaciones legislativas. Ese innecesario cierre fue forzado, hubo presiones. Ahora sabemos que un grupo de banqueros se fueron a festejar al Restaurant Zermatt aquel jugoso logro. Luego vino el arbitrario cierre de Bancoop y, más recientemente, el de BICSA. Todo para que la banca privada tuviera una tajada mayor.

Ahora sabemos que la Banca Estatal, otrora instrumento potente de política económica, se ha quedado con un 30% del mercado financiero del país, el cual fue entregado de manera gratuita a los bancos privados. El país perdió doble, pues también se acabó el papel de banca de desarrollo que hacían los bancos estatales, se acabaron los créditos para los pequeños agricultores, para la pequeña industria. El poderío económico de este grupo hizo posible que, después de cuatro años de esfuerzo legislativo y de comisiones mixtas, el Partido Libertario, fiel a esos intereses, impidiera que les aprobaran el plan fiscal, el cual incluía el sistema de renta global, con lo cual habrían tenido que pagar impuestos como Dios manda.

Ahora están amenazando a la banca social, como el Banco Popular y las Cooperativas de Ahorro y Crédito. Quieren maniatarlas para que siga la fábula de la pelea entre el burro amarrado y el tigre suelto. Con esa denuncia, se destapó el mayor despojo que se haya visto, como lo fue también el festín de los CATs, promovido por el mismo grupo de economistas influyentes, banqueros y políticos.  Me pregunto cómo se ha podido mantener esto tan callado. El daño a la economía, al patrimonio nacional, a los consumidores y a los costarricenses en general, causado por el peculado en el caso Caja-Fischel, o ICE-Alcatel, es poca cosa, al lado de todo esto.

Ahora cabe la interrogante: ¿Por qué, aun después de la denuncia hecha, en tres ocasiones distintas, desde una prestigiosa columna del Diario La Nación, todavía no se logra que los medios de comunicación ordenen una investigación como han hecho en otros casos? ¿Por qué en este caso carecemos de comisiones investigadoras en la Asamblea Legislativa? Algo huele mal, muy mal. Pero parece que todavía hay mucho más, y esto hace evidente que los  “escandaletes” mediáticos de los últimos tiempos, relacionados con avionetas y otros accidentes, son una distracción, para que el pueblo no se dé cuenta de cómo han producido grandes fortunas con  el mayor despojo de todos los tiempos. Esta política ha sido como tener un vampiro en la garanta.  ¡Basta ya! ¡Hagamos algo! ¡De pie Costa Rica! ¡Ha llegado la hora!